Puedes llamarla “mamá política” que suena muy bien o suegra no hay más que una y venía en el pack del matrimonio. Hay suegras que se hacen querer como una madre más o todo lo contrario, hay que intentar por supuesto que sea lo primero para poder tener una relación sana entre personas adultas.
Todo depende del comportamiento y eso se nota ya cuando todavía no es la suegra sino la madre del novio, hay que tener los ojos abiertos y conocer, conocer y conocer sabiendo escuchar y sabiendo leer en las cosas.
Una buena suegra se caracteriza por ser una persona buena, con nobles intenciones y que siempre sabe estar en su lugar. (La mía).
La mala suegra es la que será titular de la mayoría de las discusiones de pareja, la que se entrometa en la pareja y sobre todo en las decisiones más delicadas. No sentirá respeto por la otra parte porque considerará que le ha robado algo muy preciado suyo, su hijo. No valorará los detalles de la nuera, menospreciará sus virtudes y siempre que pueda dará a entender su superioridad y mandato, pero a escondidas, nunca de frente por si la sangre salpica no se manche. Pobre de quien tenga una de esta tipología, deberá de armarse de infinita paciencia para no mandarla a la luna.
La forma de tratar a una suegra es conociéndola y conocerla supone pasar ciertos momentos con ella y ver el comportamiento que el hijo tiene hacia ella y el valor que él la da.
Cuando la relación empieza a torcerse, es mejor poner tierra por medio para que nadie sufra y que con el tiempo pueda volver a ser por lo menos una relación correcta.
Cuando la relación es buena, lo deseable, hay que disfrutar de ella todo lo que se pueda y tratarla como si fuera una planta, regándola para que crezca día a día.
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